«Hemos vivido una aventura juntos. Firmes en la fe en Cristo
habéis resistido la lluvia».
«Buenas noches. Que descanséis bien. Gracias por el sacrificio que estáis haciendo.
Nos vemos mañana si Dios quiere. Os espero a todos».
Estaba conmovido, y orgulloso del temple de tantos
chicos y chicas bajo la adversidad:
«Os doy las gracias por el maravilloso ejemplo que habéis dado».
A las 3 de la mañana del 20 de Agosto el Coro Rociero Paz y Esperanza de Villa del Río partía a Madrid. Acudía a la llamada de la organización de las JMJ2011, la Vigilia de Cuatro Vientos se cerraría con la Salve Rociera. Todo un regalazo para nuestro Coro. Tras recoger las acreditaciones en la Ventas, accedimos pasando un cordón de seguridad impresionante a la base aérea. En unos momentos el Coro pisaba las tablas del escenario gigante de Cuatro Vientos.
Acreditaciones de los miembros del coro.
Una panorámica desde el escenario.
Disfrutando del ambiente.
Tras las pruebas de sonido y habiéndonos situado en los camerinos marchamos a disfrutar de la llegada de los peregrinos. ¡¡¡Cuanta fe, cuanta vida, cuanto sacrificio¡¡¡ Hay quien puede pensar que allí se va como a un botellón, y están muy equivocados. El cerca de 2 millones de peregrinos demostraron que allí se va por sus creencias y por su afecto al Santo Padre, soportaron 40 grados de temperatura a plenos sol y posteriormente la inesperada tormenta.
Hace unos años viajamos a Roma y cantamos en la Embajada de España y la primera Misa Rociera en la imponente Basílica de Santa María la Mayor. Por problemas de horario con los vuelos fue imposible que nos recibiera el Papa Juan Pablo II. Que nos hizo llegar un rosario bendecido para cada uno de nosotros.
El día de la Vigilia pudimos tener cerca al Santo Padre y ardíamos en deseo de que por fin escuchara nuestras voces. “Dios escribe recto con renglones torcidos”. Como decía el Papa, “Dios sabe y recompensará vuestro sacrificio”; días de ensayo, dejar a nuestras familias, no descansar… Dios sabe que aún no habiéndose podido escuchar la Salve en honor a su Madre ante la multitud, nos regala en nuestro XX Aniversario el haber podido compartir, vivir, sentir a Dios mismo en la Vigilia de Cuatro Vientos, encima del escenario y en la intimidad de una sala junto a nuestros hermanos y en presencia de la Cruz de los Jóvenes.
¡VIVA EL PAPA¡
NUESTRO CORO EN ALFA Y OMEGA Nº 750
La toalla que secó la Cruz, la Salve que Dios escuchó
El sábado por la mañanaA las 3 de la madrugada del 20 de agosto, los miembros del coro rociero Paz y Esperanza, de Villa del Río (Córdoba), partían hacia Madrid para actuar ante Benedicto XVI, en Cuatro Vientos. Según estaba previsto, su grupo sería uno de los que actuase durante la Vigilia, antes de que empezara la Adoración. Sin embargo, la tormenta que se desató durante la noche cambió el guión.
Uno de los integrantes del coro, Enrique Sánchez Collado, explica: «Habíamos estado ensayando desde las 9 de la mañana, y habíamos disfrutado con la llegada de los peregrinos. ¡Cuánta fe, cuánta vida, cuánto sacrificio! Cerca de dos millones de peregrinos demostraron que estaban allí, no para hacer botellón, sino por sus creencias y su afecto al Santo Padre». Con la llegada del Papa, llegaba también el momento de su actuación, esa que llevaban meses preparando. Comenzó la Vigilia..., y con ella, la tormenta: «Por el aguacero y el viento, nos indicaron que desalojáramos el escenario y, empapados, así lo hicimos. Algunas pantallas se volcaron y los bomberos acudieron a descolgar unas lonas que se habían soltado encima del Papa. Las sillas volaban y el agua arreciaba contra el imponente telón artificial», relata Enrique. Como el resto de los artistas que habían actuado durante la tarde o que tenían previsto hacerlo en la Vigilia, se resguardaron en el camerino. Los miembros del coro veían cómo la lluvia diluía sus ilusiones, sus esfuerzos y, lo que era peor, su posibilidad de cantar para Dios ante millones de jóvenes.
Sin embargo, una sorpresa les aguardaba en el vestuario: «Al entrar, vimos que la gente estaba rezando -explica Enrique-. Habían guardado allí la Cruz de los Jóvenes, que se había caído por el viento, y estaba rodeada de velas. Al llegar, mi amigo Juan tenía mi toalla en la mano, me la dio y me dijo: Toma tu toalla. Con ella han secado la Cruz de los Jóvenes, ya tienes un gran recuerdo de la JMJ. ¡Cuántas manos del mundo han tocado esta Cruz y tu toalla ha secado el madero de Cristo, del agua de esta tormenta!» Allí, sin que ninguna cámara lo captase, sin que ningún peregrino lo escuchase, los artistas que habían desfilado por el escenario de Cuatro Vientos actuaron sólo para Dios: «El Papa nos había pedido que rezáramos para que amainara la lluvia, así que cantamos la Salve Rociera y el Padrenuestro, de la mano junto a los que allí estaban. Fue un momento de tanta unión y recogimiento que nos sobresaltó la señal de las pantallas de televisión, que se habían apagado. Entonces, oímos, con alegría, la voz del Santo Padre, subimos y vivimos el silencio y la oración de dos millones de jóvenes ante la Eucaristía», cuenta Enrique.
Tras la Adoración volvió la lluvia, «y nos preguntaron si íbamos a cantar, aunque lloviese. Contestamos: Contra viento y marea. Por la lluvia, los técnicos no podían conectar la megafonía; así que sin ella, y con el cariño y el fervor de los peregrinos y de los obispos presentes, entonamos la Salve, que no salió por megafonía, pero caló en los corazones de quienes estaban con nosotros. Nos pidieron más y cantamos el Padrenuestro. Todo, desde la emoción, las lágrimas, la alegría, la pena y el cansancio». Al regresar al camerino, «fuimos recibidos con un aplauso por los sacerdotes, obispos, voluntarios y encargados de organización, que expresaban su cariño, su tristeza y su ánimo». Así, lejos de verse abatidos, los miembros del coro volvieron a Villa del Río «exhaustos, emocionados y felices por haber estado tan cerca del Santo Padre, y resucitados por el espíritu de los jóvenes del mundo que han dado testimonio de fe. Porque, como nos dijo el Papa, Dios sabe y recompensará vuestro sacrificio»